(...) pensé que todo tiene su propósito, hasta las máquinas...
--Hugo Cabret, Hugo (2011)
El día de hoy, lector, decidí dejar de lado mis masturbaciones de costumbre para ver una película que excitó la imaginación y el interés de mi padre (un hombre que, entre más conozco, más ángulos desconocidos le encuentro...): Hugo, de Martin Scorsese.
Basada en La Invención de Hugo Cabret, de Brian Selznick, quien por cierto es también diseñador, la película narra las aventuras y desventuras del personaje epónimo en ese desconocido París de mis nostalgias en los años '30 del siglo pasado. Hasta aquí todo bien... creo.
Verás, lector. Debo confesar que he descuidado mucho mi gusto cinematográfico, debido a mis problemas personales, la falta de tiempo, y a que cada vez me parecen más pretenciosas las cintas sudamericanas, españolas y mexicanas. En efecto, ya no me dicen nada: siempre es una historia donde la vida es una enorme tragedia y el personaje principal la supera y hay un complejo mensaje "simbólico" que al final no me sirve de nada. Haz de cuenta como "Tres metros sobre el cielo" o "Postales de Leningrado". Si bien "Rescatando al Soldado Pérez" o "Los Pajarracos" son honrosas excepciones.
Y entre este desencanto del cine, de repente me encuentro con Hugo. ¿Por dónde empiezo? A riesgo de que en este mismo momento cierres esta página, déjame contarte, mi imaginario lector, que me encantó porque es una enoooooooooooooooorme historia de amor. Pero no, no huyas, lector, déjame continuar.
Sé que el amor, en el cine actual, es como la figura del dragón occidental que, según JLB, "su presencia en cualquier relato lo contamina de puerilidad". Eso se debe a que el amor es un ejercicio ramplón y frecuentemente sexual en nuestra moderna cultura, plagada de madurez y desencanto. Pero ese amor ilustrado tan burdamente es sólo una faceta de un diamante muy rico y complejo.
En "Hugo", básicamente el odio no existe. Cada quien es como es porque cada quien ama de maneras distintas, y al final vemos que incluso los actos de "crueldad" que aparecen en la cinta son consecuencia del amor que cada quien siente por algo. Verbigracia: los actos del Inspector de Estación (de quien nada más no logro recordar el nombre). Como habrás notado, es el antagonista de Hugo. Pero vemos que Hugo y él comparten una misma convicción: que cada cosa tiene un propósito. Entonces cada uno, a su modo, intenta hacer lo correcto.
Pero te decía del amor. El amor está presente en cada escena y en cada acción: Mademoiselle Lisette cuidando sus flores, Madame Emilie regenteando su cafetería, Melies y sus juguetes, Hugo mostrando el amor a su padre reparando su autómata... y finalmente, el enorme amor de Martin Scorsese por el cine, y su homenaje a la primera gran figura después de sus inventores: Georges Melies.
Y entonces, lo que empieza como otra película infantil de aventuras, de repente se convierte en un semidocumental sobre el inicio del cine fantástico, narrada por su mismísimo inventor!!! El director logra que te involucres con la vida de Mélies y sientas su felicidad y su desencanto, su asombro ahora y su decepción después, su postramiento y ese "estar roto" que lo hace sentir sobrante en el mundo.
Pero Hugo, el hijo del relojero, nos da esa perspectiva planteada desde la misma escena de apertura de que nada sobra en este mundo, y que las cosas son felices si hacen aquello para lo que fueron hechas. Unos narrarán, otros le darán a un libro un hogar, otros escribirán, otros soñarán, y otros aprenderán a sonreír. El amor de verdad no es solamente una persona, o una cosa. Es también el amor por lo que eres y haces, y ese es un tema cada vez más mal manejado en el cine latinoamericano. El amor en esta cinta es una cosa inocente y plena, que hace mucho no veía en una pantalla.
Y al final, al mirar la panorámica, puedes sentir lo involucrado que estuvo Scorsese en esta cinta. Puedes sentir su fascinación y su enorme gusto de compartir su visión del cine, codificada en los enfermizos niveles de detalle en cada escena, tanto que casi podría oler las flores y los panes y los cafés y los perfumes y el carbón en esa estación de trenes. Tanto que puedes imaginar sus emociones cuando vio por primera vez las imágenes que te comparte, o las emociones de Mélies, quien bajo esta óptica podría ser el personaje principal y Hugo Cabret sólo el conducto para conocerlo... casi como si el mismo Scorsese te presentara a uno de sus ídolos.
Quizá este texto, más que una reseña, sea una hipérbole sobre esta cinta. Pero si no lo has hecho aún, lector, toma el riesgo y escucha mi recomendación: réntala o cómprala o cómprala pirata. Esta vez no terminarás triste o preocupado u ofendido. Sencillamente, te sentirás al menos un poquito feliz.
Fu-Manchú.
Los Siete Bosques de Vancouver, WA
20 de Marzo de 2012, 05:26pm PST
Linda reseña. Me quedo con la frase "las cosas son felices si hacen aquello para lo que fueron hechas"...
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