martes, 8 de diciembre de 2009

Animalidad

"(...) entonces, de acuerdo con Jesús, el verdadero pecado sería la animalidad,
puesto que el hombre fue creado para ser superior a los animales, y el modo
en que esa superioridad se manifiesta es en el intelecto..."
--El Daniel, en una noche de taller (y probablemente mal citado debido
a los conocidos efectos perniciosos que tiene La Hora en el taller
sobre el intelecto)

 

(3 de diciembre) Déjame te cuento, lector, que el gran JLB solía ilustrar con los gatos el concepto de "eternidad del presente", por llamarle así. Palabras más o menos, decía que mientras el gato se encuentra echadísimo en el portal, no existe para él ni el recuerdo del pasado ni la expectativa del futuro, sencillamente vive un eterno presente en ese momento. Cada instante ni se guarda para después ni se espera con ansia.

 

Viviendo en este mundo de las migraciones y los dobles turnos de trabajo y sin días de descanso, casi totalmente desconectado de mis pocas amistades en México, habiendo finiquitado mi relación con mi última novia a través del correo electrónico, y viendo cada vez más clara la ojetez y la miseria humanas, de repente me siento como ese gatito que se encuentra echadísimo en el portal. Permíteme explicarte, lector, por qué.

 

Cuando llegué aquí, venía de mi país bien contestatario y dispuesto a dar mi mejor esfuerzo, como por demás hacen todos los que emprenden este viaje. Pero al poco tiempo, llegó la revelación de que esta inmensidad que es Estados Unidos se puede resumir en una especie de granja. Claro que eso aplica a toda sociedad occidental moderna, pero mi cambio de sitio en el escalafón de dicha granja lo muestra ahora en todo su esplendor.

 

En este sistema tan viciado, lo único que se considera de gran valor es la productividad "concreta", llamémosle así. Esto es, la capacidad de un trabajador de producir algo tangible y susceptible de ser vendido o intercambiado. Análogamente, funciona aquí, igual que en México, un sistema de castas. Un burro jamás se utilizará para pasear, aunque sea más rápido o más cómodo. Por otra parte, dicho sistema de castas puede perpetuarse debido a la presencia de categorías sensiblemente rígidas: el negro, el migrante, el blanco. Es raro que unos y otros se junten y, cuando lo hacen, es porque una minoría imita en una medida aceptable a una mayoría. Pero eso no se llama "integración", como pretenden llamarle aquí. Se llama, o bien "homogeneización", o bien "estandarización". No haremos tortas con baguettes, a menos que las recorten para que parezcan bolillos.

 

(8 de diciembre) Así pues, las únicas posibilidades de una integración social son, en mi caso, con la comunidad latina. El problema con ello es que aún entre los latinos soy como un pelo blanco en un gato negro (o un pelo negro en un gato blanco, es igual), debido principalmente a mi origen chilango, mi filiación universitaria y mi desapego a la cerveza.

 

Dadas así las circunstancias, habrás colegido ya, mi imaginado lector, que lo único que me queda hacer es trabajar y hablar conmigo mismo. Por supuesto, mi plática siempre es interesante (aunque no sé por qué a las mujeres parece valerles verga), pero los temas tienden a hacerse finitos. Afortunadamente, trabajo la mayor parte del tiempo que estoy despierto, y es ahí donde entra la parte de la eternidad del presente.

 

Llega un punto en el que sencillamente estoy tan entrado en mi trabajo que sencillamente dejo de pensar. De repente miro el reloj y ya han pasado casi seis horas y no ha cruzado un pensamiento por mi mente. Y entonces me siento como un animal de granja. Lo único de mí que interactúa con el mundo es mi fuerza de trabajo, y repentinamente el mundo se ha reducido a mi patrón y mis compañeros, quienes me odiarían si tuvieran que trabajar más por mi causa. Sin esa fuerza de trabajo que ando vendiendo cara, sería yo inexistente. Damn...

 

Entonces, a pesar de que vine en busca de salvación y fortuna (y a ganarme el derecho a estar cansado), estoy incurriendo constantemente en el pecado de la animalidad al perder o dejar perder o como quiera que se le llame a esta molesta sensación de que mi mente me abandona. Esta “animalidad”, como le llamaba El Mínimo Hegel (Daniel), de verdad me hace sentir pecador, con ganas de redimirme, pero esta vez ya no logro ni elucubrar cómo. Quizá a causa de ella misma es que México se me ha vuelto tan abstracto, tan lejano y tan neutro. ¡Chale!

 

Fu-Manchú
Los Siete Bosques de Vancouver, WA
8 de diciembre de 2009, 12:01 pm PST 

2 comentarios:

  1. La abstracción en uno mismo, no se produce sólo por allá, aca las cosas son exactamente igual. La gente en el trasporte usa audifonos en un 80% y aguas con que por equivocación los roces porque te pueden armar un mitote y no es lo mismo pedir trabajo de traje que de mezclilla y esto aplica igual cuando ubno sale por ahí, recuerda una frase que nos decía la rata "Si tienes preguntar cuanto cuesta, es porque no te alcanza". Cuidate y nos seguimos leyendo

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  2. Todo entendido... lo único que no entiendo es el comentario de Carmen al respecto, aunque bueno tampoco entiendo el mío aqui.

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