martes, 15 de julio de 2008

Sin novedad

This is it? This is what I broke my back for?

--Tony Montana, Scarface

 

Por primera vez en un buen rato, Fu-Manchú presiona las teclas de (lamentablemente) una computadora con una chela al lado. Esta cosa insiste en subrayar todas las palabras en rojo, hace un calor de los mil demonios, e inspira una hueva comalesca (de Comala) estirar la mano para apretar el botoncito del control remoto del aire acondicionado. El problema se encuentra parcialmente resuelto porque el muy primitivo Micro$oft Works tiene la opción de activar el diccionario en español. Por lo demás, todo sigue igual.

 

Como sabrás, único lector, el Anciano Maestro de las Siete Montañas de Tláhuac se ha unido al frenesí migrante que cunde por todo México. Claro que, siendo semilegal, la historia del cruce quizá resulte menos edificante, chusca o divertida para ti de lo que podrías esperar, y más de un tipo tan anodino como quien escribe, pero así son las cosas.

 

El incidente personal más digno de citar es, quizá, que como dijo Morpheus: “todos se caen la primera vez”. Así pues, imagínate a Fu-Manchú, con cara de malo, descendiendo rápidamente de una camioneta del Holiday Inn en la estación de autobuses de Matamoros, no en el puente que conduce a gringolandia. Un episodio tan hilarante que seguro pronto lo escucharé aquí, transformado por las artes del rumor y la distancia en un chiste de gallegos que emigran a… mmm… España ya es parte de la Unión Europea… mmm… sí, ¡un gallego que emigra a los Estados Unidos!

 

Bueno, luego de compartir un secreto tan bochornoso, prosigamos. La migración ilegal, luego de hablar con veteranos de varias fronteras, parece ser en general menos trágica de lo que nos quieren vender los políticos, o Televisa. Así es, aunque a los ultraizquierdistas les parezca blasfemia. No se pueden negar las muertes de migrantes a manos de policías, minutemen o a causa de la naturaleza por las rutas por las que suelen pasarlos. La pérdida de una sola vida es inaceptable.

 

No obstante, debe tenerse presente que son excepciones. Nadie va a evitar la frontera sólo porque López Dóriga, Felipe Calderón o la señora de las quesadillas le dicen que seguramente morirá (y, matemáticamente, lo más seguro es que NO muera). Los migrantes con quienes he podido platicar no se ocupan de las tragedias que, al final, no les han sucedido a ellos. Se preocupan de que en sus casas hace falta dinero. No ven nada trágico ni siquiera en separarse de su familia. La distancia, tanto como los problemas, tanto como la frontera, son asuntos menores para ellos; en promedio piensan más en cómo mejorará la situación de los que dejan atrás que en los peligros que correrán.

 

Y claro, una vez que se encuentra uno del otro lado de la frontera, las cosas son distintas de como suelen imaginarse. Este país, con todo y que maneja una mayor abundancia, y es más limpio, y un largo etcétera, le produce a Fu-Manchú la impresión de estar prendido con alfileres. Quizá sea porque todo se siente superficial, prefabricado, homogéneo. Quizá ese es el precio que paga una sociedad dominada por el poder corporativo. Por eso México me parece tan lejano, por eso se le extraña tanto.

 

La churrigueresca versión mexicana de Pedro Navaja pasa en la tele, una escena en la calzada de Tlalpan. Mientras tanto, afuera algunos chamacos aún queman cohetes de los que les quedaron de ayer (4 de julio). Y todo resulta igualmente ajeno. Las carreteras enormes, los aeropuertos, los 6-pack de Bud Light de a $4.28, las casas de madera (aunque éstas no se agrietan con el aire). Aquí no hay los tacos del pinche Cuñao, o el muchacho del café. Todo es en serie: en todos los negocios te sonríen igual, todos te preguntan “How can I help you?” del mismo modo.

 

Lo rico aquí, como en todas partes, son los detalles. El Jesús que no suelta el balón ni a mentadas de madre; el José y sus múltiples novias gringas que, además, son todas decentes. El Denyon, gringo viejo, que aprendió a decir “mucho platos” como al cuarto intento; el Brandon, gringo joven, que suelta gritos como de Pato Lucas cuando entra en chinga al refrigerador buscando no sé qué madres.

 

Aquí, todo el mundo desea trabajar como negro. Pero no me malentiendas, lector, no se trata de ponerse una joda trabajando. El asunto es que los negros están sobreconsentidos y a causa de ello prácticamente no se esfuerzan lo más mínimo en el trabajo. La conciencia sucia de la discriminación les ha ganado ese privilegio, supongo. Otro detalle: Shon, un negro de la India, escucha canciones en hindi que, según me explica, dicen cosas como “le pateo los huevos a mi suegro, ja ja; le pateo el culo a mi suegra, ja ja”. Por supuesto, esa canción será pronto publicada en este espacio.

 

Parqueadero, yarda, carne asada, lonche, morritilla, “se mira”, música sierreña, “comida mexicana” (¡JA!, eso no califica como comida mexicana más que para quien no la conoce), biles (no “bilés”), trocas, el 5, el 35, el 205, la soda, el papayón (Papa John’s). Queremos aprender inglés para que los gringos no nos hagan pendejos, y los gringos quieren aprender español para que nosotros no los pendejeemos. Chale.

 

Pronto Fu-Manchú extenderá en el suelo su itacate con cosillas de los Estados Unidos. Mientras tanto, sépase que las siete maldiciones de Fu-Manchú caen sobre aquella persona a quien le he escrito dos correos desde este país y no ha contestado. Asimismo, sépase que aquí hay demasiados árboles, que no he estrellado mi carricoche, y que el final de Pedro Navaja es decididamente anticlimático. Otra Bud Light se acaba, y es hora de guardar este archivo.

 

Fu-Manchú

Los Siete Bosques de Vancouver

6 de julio de 2008, 10:21 pm

1 comentario:

  1. Comida de plástico, ropa de plástico, ciudad de plástico, ajeno, diverso. No se le entiende, ni nos entienden pero no importa.- Y  es verdad con respecto a las noticias trágicas que nos dan de quién intenta pasar del otro lado, sin embargo la mayoría de los que conozco y tengo la fortuna de escuchar sus experiencias dicen que  es menos trágico  comparada con la vida de carencias   que su país le ofrece.  Todos estamos en busca del resplandor de ese horizonte, quién no?

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