martes, 24 de julio de 2007

Lo que hace mi mano derecha...


Lo que hace mi mano derecha…

El sentido de la paradoja y de la ironía no es compartido

por mucha gente. ¡Basta con manifestar un poco de humor

para que encima lo traten a uno de impostor fascista!

--Jean Baudrillard

 

Canónicamente se cree que la derecha apoya a la burguesía y la izquierda al proletariado y campesinado (se dice también que cada vez se usan más a la ligera los términos marxistas). De ser ello cierto, tendríamos a la progenie de Cárdenas pululando por ahí, haciendo colectas hasta de animales de granja para paliar pírricamente las carencias de los indígenas de Chiapas. Pero no. Hubieron de olvidarse del Tata para conformarse con la abstracción posmoderna del Che.

 

¿Por qué pensamos así? Resulta que, en una época de castillos, los representantes de la riqueza… mmm… “nobleza”, dicen ellos, se sentaban a la derecha del salón. Los representantes de los pobres… mmm… “estado llano”, nos llamaban los ricos, a la izquierda. Tal se dice que pasó alguna vez en Francia. Esto suena tan anacrónico como los caballeros y las damas; por otra parte, la analogía esa nos ha impuesto una manera de pensar tan particular que se considera (en México, siempre en México) que “dereeeeeeecha” (tono siniestro) e “izquierda” (tono de tianguis) son cosas separadas, escindidas e incompatibles. ¿Será?

 

De todos modos, Juan te llamas

 

Se sabe, ignoro por qué medios, que la copia es diferente al original que pretende reproducir. Y la copia de una copia será aún menos parecida. Los físicos sostienen que la “entropía” (así cuantifican el desorden) aumenta en cada cambio. Así, las copias serán sucesivamente menos parecidas al original y más llenas de desorden, como las películas piratas en VHS.

 

¿Por qué mencionar esto? Las democracias europeas dominantes, las primeritas (v.gr., Francia e Inglaterra, en la época actual, aunque en Inglaterra aún le piden permiso a la reina), no fueron enteramente originales en su origen. Derivan de una perversión. Los emperadores romanos condescendían a tener un Senado (o sea, su Consejo de Ancianos). Total, en algún momento, Roma se llamó República (primera copia, Platón molesto). Los reyes europeos condescienden a tener un Parlamento (segunda copia). Se elimina la cabeza (literalmente, la de Luis XVI) del rey, y al quedarse solo el Parlamento, le llaman República (tercera y pervertida copia). No se puede vivir sin rey, así que surge la figura del Presidente, y a pesar de toda la mezcla mencionada se quiere retornar a Grecia. Así es, surgen los “modernos” “Estados” “democráticos”.

 

Claro que, retornando a la analogía aquella, vemos que hubo tres “Estados generales”. A saber, la Iglesia (primer estado), la nobleza (segundo estado) y la burguesía (tercer estado. La burguesía recibe ese nombre por los ricos comerciantes de un lugar llamado Burgos, no recuerdo muy bien si en España o en Portugal, pero el caso es ese). ¿Y el pueblo? En el origen era patente que les valía una libre y soberana madre.

 

-Juan Pueblo opina… -¿De verdad?

 

Pues bien. Para seguir rellenándonos la cabeza de datos, recordemos que a lo largo de la historia hemos tenido diferentes presuntas revoluciones, reivindicadoras de lo que se guste y mande. Pero pocas (quien escribe no se aventura a postular que ninguna) surgidas en realidad de la población pobre. Primariamente, las condiciones materiales (saludos al maestro Daniel) les son desfavorables como para empezar una lucha armada. Entonces vemos que en Francia, pero más importante, en México, la pelotera ha comenzado por una burguesía rencorosa ansiosa por contarse en la cúpula de poder. Si alguien no ha perdido su inocencia, siento tener que darle la noticia: el cura Hidalgo, Padre y Prócer de la Patria, proponía para México una suerte de autonomía, no de independencia. Efectivamente, la insurrección de 1810 comenzó al grito de “¡Viva Fernando VII, mueran los gachupines!” (La máscara de Fernando VII, Ed. ColMex).

 

¿Qué más tenemos? La insurrección de 1910 fue atizada ni más ni menos que por Francisco Indalecio Madero. ¿Cuál es el asunto? Que era un hacendado de importancia, espiritista en sus ratos de ocio. Según se ve en la biografía de Pancho Villa (Pancho Villa, Ed. Planeta), Madero ya no quería queso, sino salir de la ratonera. Pero, así como Hidalgo tuvo a Morelos y Allende, así Madero tuvo a Villa y Zapata. Claro que, una vez que cayó el mal gobierno, vivió el mal gobierno. Así, los beneficiarios de la revuelta de 1810 cuentan entre sus filas al conocido Sr. López (De Santa Anna, Antonio; ya ni hablar de su Alteza Serenísima y el entierro de su pierna), mientras que la de 1910 sólo tuvo un beneficiario: PRI.

 

 A caballo pasado

 

Muy bien. Ya está bueno de historia. Mucho dato y pocas nueces. ¿Acaso Fu-Manchú no tiene algo mejor qué hacer en las Siete Montañas de Tláhuac que presumir un conjunto de datos inútiles? ¡Claro! Por ahora baste decir que todos estos datos, tergiversados, alimentan el imaginario colectivo sobre derecha e izquierda de los habitantes de la capital de México. Señalemos también que no por ser evidentes son los únicos. El movimiento de 1968 no trajo solamente mártires. Así es, mis muy estimados fans de los Pumas: Carlos Imaz fue también un participante de ese movimiento paradigmático de la izquierda. Como se ve, el autoritarismo, el dogma y la transa no están en un solo lado.

 

Efectivamente, Imaz, Madero, Hidalgo y otros no son la totalidad de los movimientos con los que se les asocia. Y tampoco Vicente Fucks, Manuel Espino ni FElipe CALderón… perdón, fallan las mayúsculas. Pero sí hay que destacar que nos inculcan, desde escuincles, el culto de la ideología colectiva. Así es, cosas como el catolicismo o el patriotismo, el derechismo o el izquierdismo. Nos enseñan a sentirnos a salvo en el rebaño ideológico. Pero cuando uno se declara seguidor de una ideología ha pasado algo más sutil, algo que poca gente nota: también hemos dado por sentadas las formas de traicionarla que, desde luego, la misma ideología establece.

 

No, no se espante la gente. Es notorio que la gente de “izquierda” o “derecha” es sumamente dogmática. De hecho, nadie admitiría que alguien en el bando contrario tiene razón en algo, a no ser que se le acuse de intransigente, y aún así no es seguro. Alguna vez alguien me tiró la acusación de “bipolar”, arguyendo que, llamándome de izquierda, uso ropa de marca, y me gustaría tener cosas. ¿Y? Que hay trabajadores esclavizados en Taiwan fabricando mi computadora. ¿Y? Hay una respuesta: cada quien actúa como sabe, o como puede, pero especialmente, como quiere. Lo inexcusable es la inacción. Y, como razonó un amigo mío de la ultraderecha, el problema es que tanto la cúpula de poder como nosotros, somos prisioneros de la misma mierda.

 

Y ni hablar de las instituciones. El mismo inquisidor desprecia al ejército de entrada, aunque matiza el tono al hacérsele notar que “ejército” es una abstracción que anula y afantasma a un puteral de individuos como él, como yo, y mejor aún, como tú; con miedos, amores, perversiones y cualidades. Igualmente con la Policía (quisiera ver a los Inquisidores vestidos de uniforme, parados todo el día en un crucero bajo las órdenes de alguien más incompente) o con la Iglesia. Luchemos, claro, contra la institución. Pero si la institución, como ente virtual, se ha olvidado de nosotros como entes concretos, no hagamos lo mismo. Bíblicamente, pues, no hagamos lo que no queremos que nos hagan. O, pirateando un poco a Paz, no ninguneemos si no queremos ser ninguneados.

 

Y, en concreto, ¿qué sugiere Fu-Manchú, en la cima de la montaña y vestido de predicador? Algo bien sencillo. Señalar que izquierda o derecha, ambas son partes de lo mismo, y están compenetradas la una de la otra. Pensemos un poco en la ruedita aquella que representa al Yin y al Yang. Lo blanco y lo negro fluyendo armoniosamente y ab aeterno. Y, por favor (alguna vez se me señaló de impositor, casi estalinista por expresarme así) notemos un par de puntitos: uno negro en lo blanco y uno blanco en lo negro. ¿Qué quiere decir? No están separadas. No hay izquierdista puro ni derechista puro.

 

¿Para qué la disputa? Hoy mismo, Portugal y España siguen peleando por América, personificados en Brasil y México, cuando lo que importa es América. Hoy siguen peleando Jacobinos y Girondinos, pero ya no en Francia, ahora en México, personificados por la izquierda y la derecha, por el PRD y el PAN.  Lo que importa somos nosotros. No heredemos peleas que no nos corresponden. No intentemos imitar sistemas importados: da lo mismo importar una democracia o un emperador, nos son igualmente ajenos. No dejemos que ellos nos dicten hasta el modo en que debemos pensar. Seamos contestatarios, seamos punks, seamos, si preferimos, escritores marginales o cajeros soñadores en un Wal-Mart. Y a veces, si nos gusta, disfracémonos y juguemos, sin mucha seriedad, a que jugamos a la política, que al fin, lo que vemos en tele y periódicos es lo que ellos mismos nombran: “actores políticos”.

 

Fu-Manchú

Las Siete Montañas de Tláhuac

25/07/07, 12:07