martes, 25 de marzo de 2008

Memoria de mis mentiras (no sé si tristes)

... los mentirosos tienen que tener, ante todo, muy buena memoria...

--Malena Lete, entrada de blog "La Mentira"

 

Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras...

--Ireneo Funes, según Jorge Luis Borges en "Funes el Memorioso"

 

Hay pocas maneras de explicar con sencillez (al menos Fu-Manchú conoce pocas) el concepto de "relatividad". Uno de mis favoritos lo encuentro en cómo ve la gente a la gente. En efecto, el que algunas personas me agarren de escucha me ha servido para ver las opiniones tan distintas que pueden llegar a tenerse de una misma persona: puta, apretada, mamona, "buena onda" (lo que sea que signifique), etc., etc., etc.

 

La razón de comenzar una entrada como esta es sencilla: sólo por hoy, Fu-Manchú considerará un poco de sus motivaciones personales. En parte, quizá, para sacar algo de la basura en el desván. Claro que, al único lector de este espacio (el otro murió a consecuencia de una mordedura de aguacate: estaba mordiendo unos tacos de chicharrón con aguacate y guacamole mientras leía la entrada "Hoy no hablo yo", lo cual le provocó un incontenible ataque de ira que, combinado con las conocidas propiedades asesinas del fruto de marras, lo mató de un torzón fulminante) podría despertarle su curiosidad el hecho de que Fu-Manchú hable de sí mismo. Aunque también podría valerle una soberana madre.

 

Quizá, pensándolo bien, tendría más pinta de ajuste de cuentas o algo así. Antes que comenzar por el principio, que por cierto se encuentra al principio de líneas cuyo principio no se ve (como esos inacabables tubos de vapor que se pierden en las sombras en Alien), quizá lo conveniente sea comenzar por lo inmediato. Cuando entré a mi última carrera, vi a demasiada gente. Me relacioné con muy pocos, y de ellos, escogí a algunos para crearles una imagen de mí. Las razones son variadas, pero entre las principales está el considerar los posibles puntos en común.

 

El único fracaso, si se puede decir tal, llegó de la dirección menos esperada. Al menos, no se esperaba entonces. Resulta que alguna persona me pareció interesante por el ardor de sus opiniones, por su actitud en general. Claro que compartir desprecios no es, ni mucho menos, una condición suficiente para una amistad, pero uno siempre considera que la gente es más o menos de lo que en realidad es. En principio, consideré oportuno "apagar el firewall" y dejar que esta persona me conociera un poco mejor. Entonces me di cuenta de que tal era capaz de usar las cosas que se le daban como armas arrojadizas.

 

Una cosa que me ha llamado la atención es que siempre he sido un mentiroso. Así, decidí hacerle saber a esta persona cosas falsas sobre mí, sólo para saber hasta qué punto su falta de tacto superaba el concepto común de discreción, o de honor. Pues bien, resultó que en una discusión especialmente álgida, abandonó la lógica y, como dice en el muy divertido "Diccionario de Falacias", se puso a lanzar falacias "Ad hominem". Esto es, en lugar de responder a un argumento, se dedicó a lanzar insultos y descalificaciones personales. Puesto en un contexto más amplio, comencé a notar un patrón: efectivamente, es una persona que gusta mucho de hacer observaciones personales, personalísimas: usualmente usa una voz más "golpeada" (lo que sea que ello signifique) para hacer mofa de quien fuere. Y no sólo eso, siempre es para remarcar la inferioridad de quien fuere con respecto a lo que sea, amén de machacarlo una y otra vez.

 

Especialmente, es curioso su desprecio hacia lo que llama "capitalismo". En algún bar, se quejaba al menos tres veces de "la cerveza más cara que me he tomado" (la contradicción de quien se queja de todo). Alguna vez esta persona me mandó al demonio. Así que decidí mentir y pedir disculpas, darle la razón para ver si podía caer más bajo, puesto que no aceptaría más razonamientos. Y, como los emperadores romanos, accedió graciosamente a conceder la disculpa. Pero eso sí, exigió que abandonara mis sarcasmos y groserías. Accedí a ello, midiendo con cuidado, puesto que expresiones en apariencia inocentes le parecían sarcásticas. Pues bien, el resultado era el esperable: esta persona no dejó de mandar hacia mí los sarcasmos y groserías que no toleraba para sí.

 

Y, en el colmo del cinismo, algo reciente. En una plática, una respuesta basada en algo que salió de su propio teclado le pareció una imperdonable burla. He revisado el texto con gente que no conoce a la persona, y que sabe cosas sobre el lenguaje más avanzadas que yo, y siguen sin encontrar la burla o el insulto. Será porque para alguien tan mentiroso como yo, cada palabra es un pie en un campo minado: pocas cosas se dicen sin pensar. Y, cuando iba a preguntar el por qué de la reacción, se me pidió que abandonara mis discursos "sesudos" (ignoro si se decía peyorativamente, pero no conozco a nadie que le guste que lo callen con un calificativo).

 

Y la conclusión: en una borrachera reciente, esa persona fue invitada. Decidí sondear el terreno para ver si algo había cambiado (siempre espero más de todos), pero no. Pedí disculpas a sabiendas de que no me correspondía, y primero recibí una reafirmación de mis defectos y luego una forzada aceptación. Más adelante, cuando estaba aburridísimo y quería irme, las personas reunidas no consideraban conveniente que me fuera. Pero yo quería irme e insistí en ello, aunque sin dar explicaciones. Eso llevó a la persona en cuestión a deducir, quizá sobre la base de mucha TV o mucho Cuauhtémoc Sánchez (son igual de malos), que todo lo hacía yo por necesidad de atención. Eso es de llamar la atención en una persona que gritaba a voz en cuello en las canciones de mariachis. Claro que no iba a perder el tiempo explicando que, en mi caso, es más necesidad de aprobación, lo cual no implica buscar la atención de todos.

 

En ese punto, me di cuenta: creé una imagen de sometimiento que no había calculado. Pero, también, me di cuenta que no había en esa persona cosas suficientes para entablar una amistad. Y eso molesta. Así que sólo le di la razón, nada más para que no siguiera cavilando, y armé más mentiras para salir pronto de ahí. Además, aunque resulte difícil de creer, me gusta caminar de madrugada. Y hacerlo borracho siempre es una experiencia interesante. El punto principal de esto, era sacar mi molestia con esa persona. Me acusaba de irreflexivo, y no reflexionaba. Me acusaba de impulsivo, y obedecía al impulso. Me acusaba de grosero, y me trataba con groserías. Hace poco he decidido que no tengo necesidad de la aprobación de gente así. Y aquí se acaba el modo de escritura neutro, usado para proteger su identidad.

 

Lo que sí haré, y pronto, es pedirle una disculpa a quien puso la casa para la borrachera. Y cooperar con el vidrio de la mesa roto. Aunque no recuerdo bien, estoy casi seguro de que tuve algo que ver. Y claro, será una disculpa sincera, tanto por el vidrio, como por la mentira que tuve que aventar con tal de que me dejaran salir. Creo que de alguna manera la ofendí, aunque la historia que inventé en el momento fue muy buena. Y claro, hubo al menos una sorpresa agradable: descubrir que M y J son personas más interesantes de lo que había supuesto. En el caso de M, me parece que tiene más talento de lo que cree. En el caso de J, me parece que tiene más talento del que yo creía. Ahora sí estamos hablando. Y claro que trataré de dejar de mentir, y de ser tan orgulloso que no les acepto ni su ayuda.

 

Y bueno, ya. Estemos tranquilos. Este estilo de escritura, medio impersonal hablando de cosas personales, no se me da. Pero si quieres quitarte el mal sabor de boca de este horripilante escrito, lector, te haré una sugerencia. Un libro que habla sobre gente mucho más mentirosa que yo, para que al menos me veas con alguna benevolencia. Sólo podía ser un libro de agentes secretos, británicos además: "El peregrino secreto", de John LeCarré. Lo bonito de ese libro es que, como en mi vida, como en la tuya, como en la de todos, hay mentiras que se recuerdan por tantos años que llegan a parecer verdades. Y también enseñan que el mentiroso menos hábil es el que se cree las propias.

 

Fu-Manchú

Locación X, D.F.

25 de Marzo de 2008, 01:04 am.

lunes, 17 de marzo de 2008

¡Dalí!

¡Dalí! ¿Dónde infiernos andarás metido? Te lo pregunto porque, en estos días, nadie está exento de pisotear tu ilustre memoria y la del ilustre movimiento del cual fuiste parte. En efecto, en este país que alguna vez habrás oído mencionar, todos abusamos de la palabra "surrealismo". Tú mismo dijiste alguna vez que "nunca volveré a un país que es más surrealista que mis pinturas", en referencia a México.

 

Según me explican en alguna oscura enciclopedia, "surrealismo" viene del francés, y significa "por encima" del realismo. Me pregunto si eso puede aplicar a un país como México. Si uno se pone medio científico (un tema que seguro no es muy del agrado de mucha gente), estando suspendidos en el ilusorio medio de la nada no podemos hablar de "arriba" y "abajo". Más sencillo: si no sabemos ni dónde estamos ni hacia dónde vamos, podemos hablar de que subimos cuando en realidad vamos para abajo, como el agua en cierta carretera de Colima.

 

Tú mismo, Dalí, hablabas del surrealismo de una república (mi maestro de Física en Secundaria, Chávez, decía que era la "Res Pública". Claro que, como todo idiota abogado debería saber, "Res" significa "cosa" o "asunto", cosa que no sabía entonces. Si algún indigno practicante de esa carrera lo duda, reclámele a Umberto Eco, quien me lo enseñó) que en realidad no lo poseía. En efecto, algunos pintores o escultores como tú o Carrington o Varo pretendieron fijar imágenes de sueño, imágenes que violan sin ensalivar la lógica normal. Sin embargo, tú y yo sabemos que las cosas que hacen que a México le llamen surrealista obedecen a una lógica bien clara: son consecuencia del clasismo, del racismo, y tantos y tantos ismos que no mencionaré, pero que constituyen sólo una apariencia bastante distante de lo surreal.

 

Por todo lo dicho, lo consideran "por encima" de la realidad aún sin saber dónde está esa elusiva "realidad". Bien podríamos estar por debajo. Claro que hablar de "subrealidad" me es inalcanzable, al menos por ahora. Pero quizá podamos ponerlo de esta manera. Si para los surrealistas el sueño era algo que no pertenecía a la realidad cotidiana, entonces propongamos el "subrealismo" como otra cosa ajena a la realidad cotidiana, pero de un grado inferior. ¿Por qué inferior? Mientras que al sueño la realidad le vale madres, las cosas "subreales" pretenderían ser reales (o surreales). ¿Mucho enredijo?

 

Sí, en este ejercicio satírico pongámoslo de esta manera: Algo "subreal" por excelencia serían las telenovelas. En efecto, tenemos adefesios como "Central de Abastos" o "Alma de hierro" (¿se llama así?). Quien haya andado por la Central de Abastos, o que al menos haya sido lo suficientemente pobre para no comer un día o comer arroz cocido con palomas de la Iglesia, sabe que en el barrio está cabrón para que haya gente bonita o para que haya perdón o para que alguien sea razonable. No es imposible, pero es difícil. Estas telenovelas pretenden "retratar" la realidad. Aunque lo cierto es que la vida no es tan sencilla o despreocupada en esos sitios como lo pintan en la tele.  Y la mayoría estamos bastante feos. En ese sentido, el más real es Daddy Yankee: está feo como barro de adolescente y no manifiesta grandes pretensiones. Y lo surreal, claro, sería un güey de trajecito empujando un diablo cargado de billetes a lo largo de un cielo hecho de diamantes, con una cara a la vez hermosa y arquetípicamente terrible. Es el ejemplo más claro que se me viene a la mente para explicarte, Dalí, por qué México como generalidad no es surreal. Y me imagino que habrás pelado los ojotes que siempre solías pelar en las fotos.

 

No obstante, aunque en lo general México no es surrealista, hay detalles que marcadamente lo parecen. Quizá el que más me ha gustado de esta semana es uno que te va a dejar, mi estimado Chavita, con el ojo surrealistamente cuadrado. ¿Conoces a los "emos"? Supuestamente, la idea émica se podría resumir en "everything is fucked, everybody sucks (including me)". Pues bien, aquí también hay punks. Y entonces, resulta que los emos, sacando fuerzas de flaqueza y levantándose de su postración vital, deciden manifestarse para defender su derecho a existir (claro que, asumiéndose desmadrados por todos, exigen el respeto a una libertad que se apoya en la ley... raro, ¿no? Surrealista, casi diríase).

 

Y los punks, que se consideran una suerte de "anti-anti", pus se aparecen para desmadrarlos por la justificación que gustes: por validar al Estado represor al exigirle libertad, por ser tan intolerablemente estúpidos, etc. Y comienza la madriza. Los emos repartiendo madrazos desde lo más hondo de su herido (¿por qué?) corazón y los punks repartiendo catorrazos desde lo más profundo de sus mohicanas (o sus calvas artificiales). Y la policía llega marchando y los otros quieren seguir peleando y, cuando van a empezar los macanazos, ¡chin!

 

Unos y otros voltean con desconcierto hacia la estación del Metro Insurgentes, donde unos címbalos y tambores (aparentemente sin orden ni concierto) suenan en las manos de unos calvos surgidos de las entrañas de la Tierra (quien lea esto dirá que soy un obsesionado del sexo). Así es: un pretendido grupo de choque del Hare Krishna llega a meter paz (que no "¡paz!" como onomatopeya) entre policías, emos, punketos y alguno que otro colado que sólo anduviera por allí por el mero placer de la trifulca. Y no me vas a creer, pinche Chava, ¡funcionó! Funcionó tan bien que, para mantener ese clima de anonadada paz y desconcertada cordialidad, las autoridades permitieron que a punks y a emos se los tragara la Tierra gratuitamente: permitieron la entrada gratuita al metro de la bola de barrabravas. Eso sí, primero una facción y después la otra. ¡Hare, Hare!

 

Así es, Dalí. ¿Dónde andarás? Tus ojos clínicos (no explicaré esa fina ironía) estarían deleitados captando detalles en México. En los detalles está el Diablo, y créeme, si hay algún surrealismo en México, se escapa a lo que viste desde esa cima a la que te llevó tu arte. Pero el poco que hay, es riquísimo. ¿Cómo le habrías llamado a tal cuadro? Ni pinche idea. Pero igual y hubiera terminado siendo algo como "Punks, emos y policías perseguidos por el Hare Krishna surgido del inframundo". Nel, eso parece casi encabezado de nota de la sección policiaca o de película de luchadores. Y ya no hablemos de un lugar llamado "Dada X" (¡!), donde hasta cadenero tienen en la entrada, o del reino del revés, donde nada el pájaro y vuela el pez, etc...

 

Y antes de que alguien diga que copio al güey del "Epistolario", diré que esto no es propiamente una carta. Estoy platicando con Dalí.

 

Fu-Manchú

Las Siete Montañas de Tláhuac.

17 de Marzo de 2008, 01:26 am.

 

PD: Mis mejores saludos para mi amigo Ian Soriano, a quien felicito ante la próxima publicación de su nuevo libro, y agradeciéndole de nuevo el gran honor de haberme invitado a prologarlo. ¡Buen desmadre, mi buen Ian!